Así como las palmeras son plantadas en un lugar específico porque pueden sobrevivir y cumplir su propósito en ese ecosistema, lo mismo ocurre con nuestras vidas. Dios nos ha colocado en entornos y familias perfectas para su plan, aunque a veces pensemos lo contrario e incluso lleguemos a sentir que no encajamos debido a diferencias o imperfecciones.
Sin embargo, en lugar de cuestionar nuestra ubicación, deberíamos preguntarnos cómo estamos viendo la vida en relación con la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta. Él nos conoce profundamente, sabe de nuestras capacidades y talentos, y no quiere que nos enfoquemos en la carencia o las debilidades ajenas a través de la crítica, la indiferencia o la intolerancia. Más bien, nos llama a comprender el propósito detrás de cada escenario en el que nos desenvolvemos, ya sea el trabajo, la familia, la congregación o nuestro círculo social.
Nuestro enfoque debe ser claro: reconocer que nuestra verdadera fortaleza es la oportunidad de transformar vidas en medio de esos entornos. Y lo hacemos mediante una actitud de caridad, amabilidad, servicio y amor al prójimo.
Es tiempo de ser como las palmeras, que invierten sus nutrientes en raíces profundas y extendidas, formando una base firme para resistir cualquier tempestad. Necesitamos corazones con la textura de su tronco: entrelazado, flexible y fuerte al mismo tiempo. Debemos desarrollar la sabiduría para tener hojas ligeras, que permitan que los vientos fuertes pasen sin derribarnos, evitando la resistencia innecesaria que podría hacernos caer. Dios nos ha diseñado con un complemento perfecto para soportar huracanes y maremotos en nuestra vida, permaneciendo firmes en nuestro propósito terrenal y eterno.
Una palmera nunca le diría a su Creador que la plante en otro lugar; comprende su diseño, sus virtudes y el propósito para el que fue creada. De igual manera, Dios nos ha colocado en el lugar exacto para manifestar, en su tiempo, nuestras capacidades y talentos, manteniéndonos de pie aun en los momentos más difíciles.
Es tiempo de mirar con los ojos de la fe y reconocer al Creador que tenemos por excelencia, quien, a través de una simple palmera, nos enseña su sabiduría en lo terrenal para manifestar su perfecta voluntad en los cielos.
Espero que esta reflexión les llene de gozo el corazón y de entendimiento.